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Quiero regresar

    Es difícil...


   
         En la vida de cualquier persona se dan cambios. Los gustos musicales, las comidas que probamos, los trabajos, las amistades... es poco lo que se mantiene o es perenne. En mi caso, de lo poco que ha sido un amor permanente, es el fútbol. Desde muy pequeña, cuando iba de la mano de mi papá al estadio, conocí al que se iba a convertir en mi amor constante hasta la muerte. Yo crecí en un ambiente morado. Mi papá y mi tío se encargaron de enseñarme todo lo que sé y amo sobre Saprissa. Todos los domingos, antes del bendito COVID-19, eran domingo de Cueva. Mi felicidad se desborda cuando estoy en las gradas alentando. Mi corazón reboza de alegría al escuchar a la afición en unísono. Mi alma abandona el cuerpo por un segundo cuando mi equipo hace un gol y ahoga un grito cuando nos anotan. 
        Este amor por el fútbol, como bien dije antes, ha sido constante. Hay muchísimas cosas que me han sucedido durante mi vida como aficionada. Por ejemplo, gracias a Saprissa aprendí a manejar. Nunca me interesaron los carros, y poder manejar uno no era mi prioridad. Llegó junio del 2017 y el campeonato nacional estaba concluyendo. Como de costumbre, le pregunté a mi papá la hora de irnos para el estadio el domingo. Y él me dijo: "Si no aprendés a manejar, no te vuelvo a llevar a la Cueva". Lo sentí como una daga en el corazón. Y, de inmediato, le dije que al día siguiente iniciábamos con las clases de manejo. Por suerte, fue un problema que solucionamos rápido. Mi papá me enseñó a manejar, saqué la licencia y desde entonces soy yo la que planea la hora de irnos para Tibás.
  

         Al fútbol y a Saprissa les agradezco todos estos años donde he aprendido el significado verdadero de pasión. Porque, aunque probablemente suene descabellado para muchas personas, me he desvelado, he pospuesto eventos, he ido enferma al estadio, he salido antes del trabajo, he corrido para no llegar tarde a un partido, y, actualmente, tengo un televisor para ver las mejengas a la par de mi estación de teletrabajo... y la lista sigue. Y sé que en el mundo hay aficionados como yo, e incluso más apasionados. Son pocos los que entienden este amor. Pero esos mismos, los fiebres que no se pierden un solo partido, esos son mis amigos y hermanos. Los que sienten lo mismo que yo y se identifican con todas estas emociones.
       Durante esta pandemia sufrí mucho cuando no había fútbol. Para fortuna nuestra y de todos aquellos que dependen de este deporte como un medio para vivir, regresamos a las canchas. Ese campeonato nos lo llevamos a casa y, por primera vez desde que Saprissa ganó su título 29, no estuve en el estadio para celebrar. La situación actual nos obligaba a quedarnos en casa, con toda la alegría de una copa más en nuestra vitrina. Viendo cómo Michael, después de sufrir una lesión en su mano, no dudó para ser el líder con coraje que siempre ha sido y motivó a todos sus compañeros con ese valor y fuerza que lo caracterizan. Para ver cómo el rival se desmoronó poco a poco con la genialidad del golazo de Mariano. Y, finalmente, verlos levantar el trofeo, entre ellos, sin su afición rodeándolos y llenándolos de aplausos, gritos y abrazos. Sufro, claro, al escribir esto. Pero siempre mantengo mi mente positiva pensando en que pronto podré regresar a esa, mi casa. La casa de todos nosotros, donde hemos vivido tantísimas emociones. Esperanos, Cueva hermosa, que vamos a regresar aún con más amor y pasión que antes. Y estaremos ahí para ser esa afición incondicional que siempre hemos sido. 





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